El cheescake o pastel de queso tiene un origen lejano: sus antecedentes datan del año 776 a.C. en la Isla de Samos, donde era utilizado para nutrir a los atletas que participaban en los juegos olímpicos gracias a su proteína. En la antigüedad se creía que era un alimento enviado por los dioses, no solo por su sabor sino por la energía que le brindaba a los atletas en la justa olímpica.
La cercanía de Grecia con Roma y la expansión como imperio que esta última nación tuvo, llevó al cheesecake a nuevas rutas y ser reconocido por todo el amplio territorio que abarcó el imperio romano y a partir de allí la receta se fue modificando. Nacieron varias versiones de acuerdo con sus propias tradiciones culinarias, sin embargo, la última versión y como la conocemos surgió a finales de la década de los 20’s (1920-1929) en Nueva York, donde crearon un tipo de queso crema con el que el postre se consolidó como uno de los favoritos en todo el mundo.
Uno de los pasteles de queso más clásicos cuenta con queso crema Philadelphia, sobre una base de galleta molida. Cubierto con una capa de mermelada natural de zarzamora y decorado con crema batida.
Otras curiosidades del cheesecake
- La versión más costosa de este postre cuesta 325 dólares en New York.
- No todas las tartas de queso son dulces: existen otras versiones que incluso se emplean para acompañar ciertas comidas saladas
- Existen diferentes tipos alrededor del mundo, cada uno con sus propias características que provienen de diferentes países. En Estados Unidos, es muy popular con una base de galleta Graham y una textura cremosa. En Europa, el cheesecake suele ser más ligero y se prepara con quesos como el ricota o el mascarpone. En Japón, suele ser más esponjoso y se hornea con una técnica especial llamada “baño maría”.